Corre. Corre y no pares ni un segundo. El desierto en el que te mueves no se recorre en una hora, ni en dos días, ni en tres años.
Corre. No dejes que la cálida arena queme tus débiles y mullidos pies. La falta de agua te provoca alucinaciones que jamás pensaste que podías sufrir.
Corre. Que las arenas movedizas no te traguen, de estas no podrían salir ni Indiana Jones ni Han Solo con la ayuda de Chewabacca. Una vez que te absorben estarás metido para siempre así que ¡sal!
Corre. Corre porque es de cobardes y tu llevas toda tu vida huyendo de todo. Sufriendo para no sufrir.
Corre porque la larga travesía sobre el ardiente sol de tu vida te quemará y esas heridas te dolerán y así crecerás. Porque sólo se aprende de lo que te mata, por dentro o por fuera.
Corre para no pensar, para no vivir, para no clavarte las púas de los cactus que forman una barrera delante de ti. Sabes que te pincharás. Lo sabes.
Corre. Sal ya porque una vez que lo hagas sabrás que no tienes lugar de destino, no tienes un sitio al que llegar, no tienes nada, sólo los kilómetros que tus piernas, o tu mente, hayan recorrido incesantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario