¿Qué nos está pasando?
No son sólo las más de dos decenas de niños y adolescentes cruelmente asesinados la noche que se suponía que sería de las mejores de su vida, ni la más de media centena que tendrá secuelas posiblemente de por vida. Tampoco es sólo Londres, París o Bruselas.
También son los coches bombas de Bangkok, las atropellos con camiones en Nigeria, Egipto o Irak, las bombas que no dejan de caer en Yemen o las casas que ya no quedan por derruir en Siria. No es una religión, son los fanatismos los que matan, y de la misma manera que Europa está atemorizada también les ocurre lo mismo a todas esas personas que viven un horror como el nuestro, sólo que para ellos un coche bomba en un mercado es algo que sí entra dentro del día a día.
Lo ocurrido hoy en Manchester me toca la fibra de manera especial porque perfectamente yo podría ser una de esas veintidós víctimas, o una de esas amigas desesperadas por la falta de noticias que cuelga las fotos de su gente por la red con la esperanza de que estuvieran bien. O mi familia podría estar desesperada por no encontrar la manera de localizarme. Yo podría haber perdido la vida en el que se suponía que sería el concierto de mi vida, en el que el hecho de cantar una canción titulada 'One Last Time' no implicara que realmente fuese la última vez que iba a hacerlo. Porque esas ironías de la vida duelen.
Soy consciente de que mi conmoción se irá aminorando con el paso de los días pero después vendrá otro atentado y otro más.
Quieren quitarnos nuestra libertad, nuestra forma de vida y nuestra valentía. Personalmente nunca he vivido para que nadie decida por mí la forma de vida que debo llevar, y no pienso permitir que unos cuantos radicales, por muchos que sean, la dicten. Seguiré yendo a conciertos, seguiré viajando aunque la noche de antes tenga un nudo en el estómago y sienta la necesidad de despedirme de mis padres "por si acaso". Porque la valentía, la fuerza y la unidad de la sociedad siempre van a vencer al terror, al miedo.
Sé que todo suena muy sencillo cuando nadie de mi entorno ha sido asesinado de una manera tan cruel y tan poco humana, cuando el país en el que vivo no ha sido atacado por este grupo terrorista y cuando estoy en la tranquilidad de mi habitación. Pero yo también me indigno cuando algo ocurre en África y Oriente Medio, no sólo en Europa, mi corazón está y sangra con todas aquellas personas que se saltan los toques de queda para ir a llevar flores a los lugares de las masacres.
Algo que me parece absurdo remarcar es que los refugiados no son los culpables del terrorismo de la misma manera que los exiliados españoles no lo eran de la dictadura franquista. Pueden compartir la misma religión que los atacantes pero sienten nuestra misma vergüenza y miedo ante tales situaciones.