Había pasado un mes, uno
que a mí se me antojó como cinco. Estuve en coma durante un par de días más, a
la semana siguiente me dieron el alta después de estar en observación e intenté
retomar mi vida anterior tras todo lo ocurrido, el problema es que me remonté
demasiado atrás en ella sin quererlo.
Las chicas y PJ se
fueron al día siguiente de haber salido del hospital. Se disculparon alegando
que necesitaban unas vacaciones, como si no hubiese sido yo la que estaba en el
hospital jugándome la vida por salvar la de ellos. No estaba molesta ni enfada,
en el fondo hasta los entendía pero me sentía sola, mucho más que antes,
supongo que la razón de esto es porque no se puede extrañar lo que nunca has
tenido, pero una vez que lo has vivido y te ha cambiado todo por completo
duele, duele mucho. No se lo he contado a nadie porque de hecho no hablo con
nadie, y menos de este tema, LJ me ha llamado alguna vez para ver como seguía,
intentaba cuidarme pero yo no le dejaba, no quería que ninguna persona lo
hiciera ya que si estás sola no hay nadie que pueda dañarte. Me estaba
encerrando en mí misma y construyendo un muro contra el mundo, estaba cansada
de luchar y perder, de saltar y caer. A pesar de todo esto yo seguía
conservando la esperanza irracional de que un día llamarían a mi casa o me los
encontraría al torcer la esquina, necesitaba pensar que ellos se acordaban de
mí aunque fuese sólo una tercera o una cuarta parte de lo que yo lo hacía. Era
la primera vez que yo dejaba entrar a tanta gente en mi vida y no tenía ni idea
de cómo sacarlos.
-Tenemos una cita en el
médico para ponernos las vacunas –James me saco de mis pensamientos, llevaba al
menos madia hora hablándome pero estos me tenían tan absorbida que ni me había
dado cuenta. Pobre, siempre le acababa haciendo lo mismo y no me gusta.
-¿Vacunas?
-Sí, el viaje a África
es dentro de tres días y aún no nos las hemos puesto. Tú querrás pillar el
paludismo o algo de eso pero yo no, y menos que me dé cargo de conciencia por
dejarte ahí.
-Vamos James ambos
sabemos que no harías eso y además hay que vacunarse tres semanas antes, no
tres días – puso los ojos en blanco y apartó la mirada de la carretera durante
un escaso segundo para mirarme fingiendo estar ofendido, era malísimo
intentándolo, más que un cachorrito parecía un bóxer y eso me hacía reír.
-Me encanta esta canción
– dijo subiendo el volumen de la radio del Mercury, color metálico pero algo
raro, en el que íbamos. Eso me permitió sumirme en mis pensamientos de nuevo.
Después de un mes aún no
había asimilado los cambios que habían alborotado mi vida. Ahora formaba parte
de una plataforma de defensa de la mujer, la cual estaba en pleno auge y
escalando, convirtiéndose poco a poco en una ONG gracias a que intentamos
prestar una ayuda lo más estrecha posible a la organización de ONU Mujeres.
Cada vez mi radio de acción es mayor, entre ambos puedo ayudar a gente de todas
las clases: mujeres, niños, ancianos, mendigos, personas de países
subdesarrollados…
Al hablar con el
psicólogo del instituto apenas el primer día de clase me dijo que me vendría
bien distraerme, que me centrara en lo que me gustaba y en lo que se me diese
bien así que cuando llegué a casa se lo conté a mis padres y les pedí su
opinión para que me diesen alguna idea. Mi madre me dijo que se me daba muy
bien ayudar a los demás, que tenía un don para ponerme en la piel de otros, y
mi padre me dijo que protestar era lo mío, que me pasaba el día haciéndolo. Con
ese cóctel en mis manos solo me faltaba ponerle un nombre, uno que supe en
seguida: compromiso.
Entendí que ambos
llevaban razón por lo que esa misma tarde fui a dar una vuelta, soy de ese tipo
de personas que necesita que le dé el aire para pensar y sopesar sus
posibilidades. A la semana siguiente me uní a la plataforma casi como un mero
peón y a base de esfuerzo, sin que nadie me regalase nada, un mes después tengo
un peso relativamente importante aquí.
-Tierra llamando a Aroa,
Aroa responde.
-¿Qué? Te tengo dicho
que no me llames así.
-Perdóneme usted,
señorita Christine.
-¡James, deja de reírte
de mí! Sabes que no me gusta que me llamen por mi nombre.
-Entonces ¿Cómo te
llamo? ¿’Rorro’ o ‘Roa’ por ejemplo? – conseguí esbozar una sonrisa y puse los
ojos en blanco.
-Pues mira si, prefiero
eso, es menos formal. Pero eso sí, una condición, es un nombre personal e
intransferible por lo que solo tu podrás llamarme así.
-Eso está hecho Rorro.
Pues venga, baja del coche que ya hemos llegado al hospital.
-No, no, no, no, no, me
dan pánico las agujas James, por favor, no me hagas ponérmelas. Si ya no va a
tener ningún efecto, James por favor.
-No me discutas, soy
mayor que tú por lo que eres mi responsabilidad y tampoco pienso permitir que
te pase nada así que si tengo que cogerte en volandas y pasarte ahí dentro no
dudes que lo hare.
Fui a replicarle pero se
me olvidó lo que iba a decir cuando le miré a los ojos, la preocupación y la
protección en ellos era cierta por lo que yo no era nadie para dejarme cuidar,
no por mí, a mí ya me daba igual lo que me pudiera pasar pero James no se
merecía pagar las temeridades que hacía por culpa de otros.
En mis noches de
insomnio, que eran bastantes, me cogía mis auriculares y trepaba hasta el
tejado de casa para pasar la noche mirando las estrellas. Unas veces me llevaba
una manta si hacía demasiado frío, otras me quedaba tiritando y sintiendo mi
piel erizarse ante cada mínimo susurro del viento gélido y algunas me quedaba
dormida, normalmente por agotamiento pero había otras que conseguía dormir
relajada bajo el manto de estrellas que me cubría. A veces me echo de menos, a
mi ‘yo’ infantil, el que miraba distraída una carrera de gotas de agua. Hay
días que al levantarme todo era oscuro y lo único que conseguía sacarme de la
cama era el proyecto que traía entre manos y el entusiasmo de James. Nunca le
había contado nada de lo que me había pasado, realmente no sabe nada de mí pero
si una mañana no estoy en la puerta de mi casa a la hora que se pasaba a por mí
para recogerme, ya se empeñó en llevarme casi cada día al colegio porque
insistía en que estaba demasiado lejos, me llama al móvil y si no se lo cojo
llama a la puerta, pasa a mi habitación, tira piedrecitas a mi ventana o se
encarama a ella, posiblemente esa es una de las razones por las que ahora suelo
dormir con la ventana cerrada.
-James, por favor, te lo
suplico.
-Deja de lloriquear y
compórtate como la mujer que eres, Roro.
-No soy una mujer, hasta
que no cumpla los 18 aún soy solo media.
-Pues saca a la media
mujer que llevas dentro y demuestra que en muchos casos valen más que muchos
hombres.
-¿Y me lo está diciendo
un tío?
-No, te lo está diciendo
el único tío que está involucrado en nuestra asociación de ayuda a la mujer y
que ve casos de violencia física o psicología de unos mierdas que no saben lo
que es amar a nadie salvo a sí mismos.
-Tranquilo, respira – le
puse una mano en el hombro para intentar calmarlo, se estaba poniendo rojo de
rabia.
-Lo siento, este tema me
afecta demasiado pero estoy bien, no es nada.
-¿Seguro? Si lo
necesitas podemos salir a tomar un poco el aire o a dar una vuelta.
-Y ya que estamos te vas
del hospital, ¿no?
-Mentiría si dijera que
eso no influye pero estoy preocupada por ti de verdad.
-Estoy bien, lo prometo.
Sabes que soy demasiado pasional y me dejo llevar en seguida. Vayamos a dentro,
cuanto antes entremos antes te lo quitas de encima y tenemos que ir preparando
las maletas y todo lo que haya que comprar. ¡Qué ilusión Aru! ¡Que no vamos a África!
– estaba literalmente dando saltos de alegría mientras hablaba.
-¿Aru?
-Sí, llamarte solo de
una forma es demasiado soso así que lo haré con la primera cosa que se me pase
por la cabeza.
-Por qué será que no me
sorprende viniendo de ti.
-¿Por qué sabes que soy
un rebelde inconformista?
-No, porque tienes tan
mala memoria que seguro que se te olvidan y tienes que buscar otros.
-Vaya, sí que me conoces
bien.
-Eres casi como un libro
abierto para mí, James.
-Y tú como la hermana
pequeña que nunca tuve.
-Si tienes una, se llama
Roxanne y te va echar la bronca por no haber avisado de que no ibas a comer.
-¡Exacto! Roxy es la
pequeña pero cuida de mí como si fuese la mayor. Admitámoslo, soy un auténtico
desastre y no sé qué haría sin ella.
-Me quito el sombrero
ante esa afirmación.
El día transcurrió entre
risas y bromas, como todos. La vacuna apenas me dolió, como él había
pronosticado, pero me quejé de todas formas porque no pensaba darle la razón ni
por un segundo aunque ambos supiésemos que la llevaba. Así era nuestra relación,
cuidábamos el uno pero a la vez nos despreocupamos sobre nosotros mismos, somos
orgullosos y siempre nos llevamos la contraria pero es lo más parecido a un
hermano de lo que nunca he tenido aunque apenas supiéramos nada el uno del
otro.
CONTINUARÁ.
By: GOAT