Nos
mudamos a un pueblecito de Pensilvania
hará dos meses, al inicio de verano. Vivir en algún lugar de Estados
Unidos era algo así como el sueño de mi madre pero no el de mi padre. Él
adoraba su pequeña ciudad donde nació, creció y conoció a su esposa. Todos
éramos de allí pero reconozco que no me sentía parte de aquel lugar, de hecho
sentía cierto odio hacia aquella gente que sin llegar a hacerme nada no me
dejaban tranquila. Me sentía observada en cada movimiento que realizaba, atada,
resignada y esperaba con impaciencia el momento de salir de allí y dejar a toda
esa gente pija y con vidas tan vacías que tienen que vivirlas a través de los
demás. Por ello apoyé a mi madre incondicionalmente cuando tuvo que buscar
trabajo fuera de España debido a la crisis y a la mala gestión de cada uno de
los políticos, tuvieran el color o los ideales que fueran, entre todos estaban
acabando con el país y nosotros debíamos ir en busca de la fortuna porque
estaba claro que ella no iba a venir a
buscarnos a nosotros.
Mi
hermano murió de una epidemia de meningitis cuando era pequeño por lo que
podría decirse que soy hija única. Muchas veces me pregunto cómo sería pasar
con alguien los malos tragos y, en especial, desde que vinimos aquí.
No
me gusta la gente ni hacer amigos por lo que estoy completamente sola. Aun
faltaba un mes para empezar el instituto así que salía a dar una vuelta de vez
en cuando, con la música bien alta mientras paseaba por los parques de aquel hermoso lugar, en especial uno que estaba algo lejos de mi
casa pero que era tan tranquilo y tenía tanta vida que daba igual si estaba
sola o no, allí me sentía una más de aquel condado de Filadelfia, nadie se
fijaba en mí, nadie conocía mi historia, nadie podía amagarme, juzgarme o
criticarme, no allí.
Me estaba relajando al pensar en aquel sitio,
eran las 3:50 am y no podía dormir, o mejor dicho, no quería. Mientras
estuviera encerrada en mi habitación, o como me gustaba llamarla, “mi mundo”,
todo iría bien, sin embargo si dormía un nuevo día llegaría y con él la cruda
realidad. Llevaba varias noches sin dormir más de cuatro o cinco horas y estaba
reventada por lo que me rendí ante la tranquilidad de aquél parque y me sumí en
la calidez de mis sábanas.
El
móvil me sobresaltó sacándome de un sueño que no podía recordar, lo cogí y sin
mirar el número contesté pero en la otra línea comunicaban. Malditos tele
operadores.
Eran
las 11:30 por lo que mis padres estarían en el trabajo. Tenía que ir a la
tienda hacer la compra, la cual a esta
hora se encontraría hasta los topes “¡Genial!”,
por cosas como esta me encantaba levantarme tarde. Recogí la casa, me di una
ducha para relajarme y despejarme, me vestí y me fui.
La tienda estaba inusualmente vacía tanto de
gente como de productos, vale que no fuera muy grande pero apenas había diez
personas y eso contando con los trabajadores y eso por no hablar de los
estantes los cuales estaban prácticamente sin nada. Le pregunté a la
dependienta que estaba a mi lado, observando con la misma perplejidad que yo
aquel curioso panorama pero la única respuesta que obtuve fue un escueto:
-No
tengo ni idea de qué ha pasado hoy, ni siquiera tenemos ofertas.
Debía
admitir que parecía algo desquiciada cuando dijo:
- ¿No eres de por aquí verdad hija?
Me
sorprendió esa pregunta pero contesté de todos modos.
-No,
soy extranjera, de España, pero resido aquí desde hace dos meses, ¿por qué?
-Tú
acento es…extraño. Dios mío libra a
esta joven del mal. ¡Bendice su alma!
Vale,
eso fue muuuy raro, después de soltarme eso se fue gritando y gesticulando en
todas direcciones. Intenté obviar el espectáculo que acababa de dar esa señora
y compré lo que pude. Llegué a mi casa, guardé la compra y cuando quise darme
cuenta ya era la hora de la comida por
lo que, como todos los días de diario, comería yo sola. Me quedé pensando en
aquella mujer, o, más bien, en su forma de pronunciar ese “extraño”, entiendo que mi acento sea distinto al de un nativo pero
debía reconocer que me defendía bastante bien con el inglés, de hecho siempre
fue una de mis asignaturas favoritas por mi facilidad con él. Aún así tampoco
le di mucha importancia, quizás solo fueran imaginaciones mías o incluso una
simple broma.
Terminé
de comer, lavé los platos y me tumbé a ver las noticias. No me era agradable
ver tantas desgracias pero me habían educado de esa forma lo que me gustaba
estar informada y además, dicen que la información es poder ¿no?
Debí
quedarme dormida de nuevo porque cuando me quise dar cuenta eran las cinco de
la tarde así que
me levante, me adecenté un poco para que al menos la gente no se
asustara de mí y de mis pelos de loca y salí de casa dirección al parque.
Allí
estaba yo como de costumbre, sola y con la música a todo volumen en mitad de un
parque completamente verde, rodeada de gente que parecía feliz.
Estaba
empezando a chispear y a levantarse aire
cuando noté el móvil vibrar en el bolsillo.
-
¿Diga? Es decir, hola papá, dime.
-
Hola hija. Ya he avisado a tu madre, hoy no cenare en casa. He quedado con los
chico del trabajo, es el cumpleaños de uno y nos invita.
-
Amm…Esto...Estupendo, claro si, pásatelo genial y ya hablamos luego.
-
Hasta mañana cielo.
-
Adiós… - Pero no pudo oírlo puesto que colgó antes de darme tiempo a contestar.
Me
sumí de tal manera en mis pensamientos que apenas me daba cuenta de que
diluviaba y de que el viento arreciaba si no fuera porque estaba empapada y
porque el aire venía de cara y era tan fuerte que apenas me dejaba andar. No
veía ni oía nada, sólo movía mis pies de forma inconsciente arrastrándolos por
el asfalto de la acera.
No
me di cuenta de qué ni de cómo había pasado, sólo sabía que me encontraba
tirada en el suelo y sin poder identificar con qué había tropezado. A mi lado
se encontraba un banco con gente apoyada en él, a ambos extremos del hormigón
por el que caminaba había hierba, que cubría gran parte del parque, un gran
parque lleno de hierba que puede amortiguar mi caída voy y me caigo justo en el
hormigón, así es mi vida, la ley de Murphy multiplicada por dos, si algo puede
salir mal, no te preocupes, saldrá aun peor.
Un
chico me sacó de mi aturdimiento y me devolvió a la realidad cuando me ofreció
su mano para levantarme, cuando lo hice pude observar todo mucho mejor. Era un
chico alto, de color, con el pelo muy corto y algo rizado y lo que más me llamó
la atención, estaba seco. En ese momento caí en la cuenta de que un frondoso
árbol les tapaba las gotas de agua, las cuales en mi caso ocupaban cada mínima
parte de mi ropa y mi cuerpo. Reparé también en que detrás de él se encontraban
dos chicas, debían ser novias pero ni lo tenía seguro ni me importaba aquel detalle.
No hagas con los demás lo que no quieras que hagan contigo, en mi caso, juzgar.
-
¿Qué ha pasado? ¿Por qué me he caído?
-
Tropezaste con mi pie, lo siento, no me di cuenta de que venía alguien.
Soy…todo el mundo me llama PJ así que puedes llamarme así.
- Tranquilo
estoy bien. Soy Aroa, encantada.
- Es
un alivio la verdad, si te hubiese pasado algo me hubiera costado perdonarme.
Estas dos son Cris y Alex, chicas, esta es Aroa.
- Encantadas
de conocerte.
- Cris
habla por ti. Yo que tú lo ponía a raya por hacerte la zancadilla.
- Alexandra
cariño, no seas tan borde con la muchacha anda.
-
¡Te tengo dicho que no me llames Alexandra!
- Y
yo que te lo llamare cuando quiera – Dijo Cristina mientras se reía por haber
conseguido enfadar un poco a Alex.
-
Dejar de discutir, vais a asustar a la muchacha. Lo de la zancadilla ya he
dicho que fue sin querer, la chica no es tan asquerosa ni rencorosa como tú,
Alex. –PJ se giró y le sacó la lengua mientras le guiñaba un ojo.
-
Tranquilo, fue culpa mía, iba distraída y así pasa. En el fondo debería
agradecértelo, me has sacado de mi atontamiento.
-
¿Problemas con un chico?
-
Algo así. Con un hombre en verdad, uno que actúa como un crío escondiendo la
cabeza bajo el ala.
-
Entiendo, ¿tu padre?
-
Sí, pero no es algo de lo que me apetezca hablar ahora y menos con
desconocidos, sin ofender claro, pero tendréis mejores cosas que hacer.
-
Puedes contármelo si quieres.
-
Otro día.
-
Pero…
- PJ
déjala, ¿no ves que no le apetece hablar de ello? – Interrumpió Cris para
echarme una mano a mí, a casi una desconocida y encima después de eso me
sonrió. Definitivamente no estaba acostumbrada para nada a esto.
-
Debo irme ya, se está haciendo tarde y mi madre debe estar a punto de llegar.
Esta
vez fue Alex quien intervino:
-
Parece que a mi chica le has caído bien – Al decir ese “mi chica” algo brilló
en sus ojos, algo como felicidad y orgullo, orgullo de poder estar con ella, de
que de veras fuese su chica – y he de reconocer que a mí también, a PJ todas
las chicas le caen bien por lo que tampoco es ninguna novedad y su opinión
tampoco cuenta mucho por lo que…
-
¡Eh! No es cierto.
- Y
así se pasan todo el día, que paciencia hay que tener con vosot… - Cris no pudo
terminar la frase sencillamente porque los labios de Alex se lo impedían,
después le susurró algo que no fui capaz de oír aunque lo prefería así, era su
momento por lo que preferí dejarles intimidad, después de eso Cris sonrió.
-
Por dónde iba… ¡Ah sí! Por lo que si quieres te acerco a tu casa en coche, la
lluvia cada vez va a mas, tu casa debe de estar lejos y no me atrevo a dejarte
ir sola en tus condiciones, como te vayas tropezando con cada baldosa llegaras
con múltiples fracturas.
-
¡Sí! Venga va vente con nosotras, es decir, nosotros.
-
Gracias por excluirme del grupo, yo voy andando.
-
Muy sutil Cris, PJ ya veo que las pillas al vuelo
-
Venga ya ha sido un lapsus sin importancia.
PJ
puso una sonrisilla inocente y a
continuación añadió:
- Lo
sé. Y Aroa, te aconsejo que aceptes o te meterán a la fuerza en el coche.
- ¿Y
quién te dijo que no lo vayamos a hacer ya? – Cris se abalanzó gritando y
riendo a por mí y sin darme tiempo siquiera a reaccionar me cogió del brazo y
tiró de mí.
Se
notaba que era una chica viva, feliz. Me encantaría poder integrarme un poco en
el grupo pero todos eran así y no encajaba mucho con ellos, éramos como polos
opuestos.
Pasamos
el camino hablando de cosas banales, sin importancia pero nos reímos, me reí.
Hacía meses, muchos, que no me reía tanto ni tan sinceramente a pesar de que el
trayecto era de apenas diez minutos. Alex conducía y por lo tanto debía
indicarle de vez en cuando por donde ir aunque le describí cómo era el sitio
donde vivía y se ubicó bastante bien. PJ era el copiloto, cosa que por lo visto
era algo raro pues ese era el sitio de Cris, que estaba sentada en los asientos
de atrás, detrás de PJ para ser más exactos. Mi sitio sobra decirlo, detrás de
Alex, la cual de vez en cuando me miraba por el retrovisor con curiosidad y
complicidad, al menos eso parecía, y yo le devolvía una sonrisa tímida.
Al
llegar mi madre ya estaba en casa pero no le importó mi tardanza, de hecho
hasta se alegró de que hubiera estado con alguien. Durante la cena le hablé de las
chicas y de PJ, me dijo que “buscaría información en su mágico ordenador” como
ella decía, vamos que cotillearía en la base de datos de su ordenador para ver
si había algo interesante relacionado con ellos. Sobre PJ me dijo que conocía a
su padre, trabaja en el mismo periódico que ella pero no sabía decir si, al
igual que ella, era o no un redactor. Aparte de eso me contó que tal le fue el
día. Me estaba hablando sobre un artículo que escribió esta mañana y toda su
historia, pues decía que le parecía apasionante, cuando la llamaron al móvil,
ante eso puso los ojos en blanco y cara de resignación por lo que intuí que
eran asuntos del trabajo. Contestó, habló y de pronto se quedó seria, pálida
incluso, le dio las gracias a su informador y colgó. Estiró la mano con la
palma levantada, lo que quería decir que me guardase las preguntas hasta dentro
de unos minutos, primero debía ordenar sus ideas y beber agua, después ella
misma me contaría con pelos y señales.
-
¿Has visto algo raro en la tienda hoy?
-
Sí, apenas había comida y aún menos gente. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
-
Era Frank, un compañero de trabajo pero no quería nada sobre eso, solo
avisarnos. Una mujer se ha escapado del psiquiátrico, una ultra católica. Por
lo visto estuvo a punto de suicidarse cuando se enteró de que su hija había
abortado, fruto de un noviazgo efímero y que su marido le engañó con un hombre
extranjero o, como ella dice, con un acento extraño.
Desde entonces carga contra todo aquel que considera extranjero u homosexual,
lo sea de verdad o no.
- No
me digas más, no te habrá dicho algo de que desvaría y va diciendo cosas como
“Bendice tú alma” o algo así.
-
Aroa hija, si es una loca tendrá que desvariar ¿no? – Me dijo entre risas.
- Cierto,
algo tonto por mi parte – Fingí que me avergonzaba.
-Pues
en verdad si, va diciendo eso a todo el mundo que ve con alguna de esas
características, es como su forma de marcar a sus víctimas. ¿Cómo sabes eso?
¡¿No me digas que te la has encontrado?!
-Mamá
por favor tranquilízate o la que se va a volver loca vas a ser tu…más aún
quiero decir. – Intenté relajar el ambiente y por lo que se ve funcionó porque
se le escapó una sonrisilla, me sacó la lengua y se tranquilizó un poco. Lo
último que necesitaba es que se tomara este asunto como algo personal y se
expusiera ante aquella mujer, yo me encargaría de todo. –Sí, me encontré con
ella en la tienda, me dijo todo eso de la bendición y el acento extraño. Ella
inició la conversación, se hacía pasar por una dependienta a juzgar por el
uniforme que llevaba.
-
Vaya eres toda una sabuesa. – Lo dijo con tono irónico aunque creo que lo hizo
para intentar ocultar la ansiedad que le estaba entrando, cosa que aún no sabía
que era imposible, los ojos se le agrandaban, imperceptiblemente para alguien
que no la conociera pero era demasiado llamativo para mí.
-
Tranquila mamá estaré bien, te lo prometo. Llamaré a PJ y hablaré con las
chicas para que tengan cuidado. No saldré sola a la calle, todo está bien.
-
Sí, todo está bien. Se ha hecho tarde, creo que deberíamos ir a la cama.
Estaba
claro que no quería seguir con el tema por lo que insistir en él sería una
batalla perdida y tampoco tenía muchas ganas de nada a estas alturas de la
noche, tenía cansancio acumulado, el día fue intenso y ya sólo tenía ganas de
dormir tranquila. Sí, tenía ganas de dormir, increíble, creo que debía
agradecérselo a PJ y a las chicas.
Nos
levantamos, recogimos la mesa, nos pusimos el pijama, nos dimos las buenas
noches y en cuanto me tumbé en la cama caí rendida.
De
pronto un golpe sordo en mitad de la noche me sacó de mis sueños. Algo no iba
bien.
CONTINUARÁ.
By: GOAT